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LA ADMINISTRACIÓN EN EL IMPERIO INCAICO Y EL VIRREINATOperio Incaico

El pueblo inca era la Roma de la antigua América, un pueblo dominador, forjador de un imperio, con una administración perfectamente organizada, una burocracia estatal con conciencia de clases, y que contaba con hábiles ingenieros y arquitectos.

En el cenit de su poderío, los incas habían desarrollado un sistema político y administrativo no superado por ningún otro pueblo nativo de América.

Desde el punto do vista Administrativo estaba estructurado de la siguiente manera:

–        El Púrec, o Jefe de familia.

–        El Chunca-Camayoc, Jefe de 10 familias o CHUNCA.

–        El Pachacacamayoc, Jefe de 100 familias o PACHACA.

–        El Huarancacamayoc, Jefe de 1000 familias o HUARANCA.

–        Hunocamayoc, Jefe de 10,000 familias o HUNO.

–        Varios HUNOS forman un SUYO, cuyo jefe era un suyuyuc Apu.

–        Cuatro Suyos forman un imperio.

Para llevar parte la contabilidad de la población de las tierras, producción, ganado, reservas del inca, los antiguos peruanos inventaron los QUIPUS, los cuales eran manejados por un hombre preparado el Quipucamayoc.

Se conoce que administrativamente, todo el territorio estaba dividido en cuatro grandes regiones o suyos (‘parte’), a ello debe su nombre Tahuantinsuyo (una palabra quechua que significa literalmente “Tierra de los Cuatro Cuarteles” o “de las Cuatro Partes”), que estaba, a su vez, subdividido en cuatro: Antisuyo, Collasuyo, Contisuyo y Chinchaisuyo.

En la administración del Tahuantinsuyo hay que destacar el funcionamiento de dos principios básicos: la reciprocidad y la redistribución. La reciprocidad, de una existencia anterior al dominio inca, era un mecanismo que operaba al interior de las aldeas y comunidades, permitiendo la ayuda mutua, la cooperación y la regulación de los intercambios. Así por ejemplo, las labores agrícolas eran ejecutadas por todos los miembros de un ayllu en virtud de los lazos de reciprocidad vigentes, y el producto del trabajo era repartido también entre todos.

El dominio inca modificó en parte esta situación, al exigir a las comunidades la entrega de cierta cantidad de su producción (agrícola, textil, metalúrgica, etc.) al imperio y a los almacenes del Tahuantinsuyo. Sin embargo, los funcionarios incas abastecían a los ayllus con mercaderías obtenidas de otras latitudes, a cambio de la producción local. Eso es lo que se llama redistribución, donde la figura del curaca cobraba una especial importancia al constituirse en intermediario entre la reciprocidad comunal y la redistribución estatal.

La administración Incaica conocía a la naturaleza, la entendía y sabía que los cambios naturales aparecerían en cualquier momento.

Los Incas fueron fundamentalmente una nación agrícola, y desarrollaron la práctica del ahorro. De manera que construyeron amplios depósitos o almacenes: plantas, carne procesada para la conservación (charqui), pescados, carne de aves, perdices, palomas productos manufacturados como armas, ropa rústica y fina, hojas de coca, así como frutas secas o camarones deshidratados que bien serían utilizados en épocas de escasez también serían para regalos a principales de otras naciones, para Ritos especificados y para festividades del Imperio.

Una de la formas de aplicación de la administración incaica eran las colcas las cuales se construían en las laderas de los cerros por lo general en lugares frescos, altos y ventilados, tienen aspecto de torrecillas y fueron edificados en hileras y separadas para evitar los incendios.

Rostworowski en Historia del Tahuantinsuyo nos menciona que estos enormes depósitos que los Incas administraban tan celosamente, sería también para demostrar su poderío a otras naciones que habían empobrecido con el surgimiento de este imperio.

Las formas circulares de los depósitos estaban generalmente reservadas para la conservación del maíz, los rectangulares para la conservación de los tubérculos y los acopiaban en vasijas de cerámica lo cual impedía la invasión de los roedores.

Estos son algunos lugares donde podemos encontrar un gran número de colcas: Huánuco Pampa (Huánuco), Cajamarquilla en el valle del Rimac, Raqchi en Cuzco, Santuario de Pachacamac entre muchos otros.

Los Centros Administrativos

Debido a su gran desarrollo y expansión, el estado inca necesito de centros administrativos para su organización socio-económica. En estos centros administrativos se celebraban los ritos y ceremonias de la reciprocidad y se almacenaban las cosechas de las tierras llamadas del Inca y los productos confeccionados por las diversas etnias. La reciprocidad era, en efecto, el principal engranaje y la base de la organización de un país que desconocía el empleo del dinero. En los inicios del Incario, el entonces curaca del Cusco se reunía en la plaza de Aucaypata con los señores vecinos y después de celebrar su encuentro con fiestas y comidas publicas, el Inca les ofrecía regalos e intercambiaban mujeres para crear lazos de parentesco. Solo después de esta entrega el Inca expresaba su «ruego» a los señores para que ejecutaran con su gente diversos trabajos comunitarios o proporcionaran soldados para el ejercito. Con el mismo procedimiento se trataba con los jefes étnicos para que se anexaran al Estado sin necesidad de ir a la guerra. El sistema posibilito el rápido crecimiento y expansión del Tahuantinsuyo, pero al mismo tiempo le dio cierta fragilidad a sus bases porque bastaba que los señores étnicos aceptaran el «ruego» de otro personaje para anular la reciprocidad con el anterior. Con el desarrollo del poder del soberano, el Inca no podía ya reunirse con los curacas en el Cusco y por eso se necesito edificar lugares a través del país en representación del Inca con las autoridades andinas. Los centros se caracterizaban por tener una plaza principal de excepcionales dimensiones y por numerosos depósitos para almacenar productos.

Huánuco Pampa

Huánuco Pampa, lugar estudiado por Craig Morris, es el mejor y mayor exponente de los centros administrativos inca. El sitio cubre un área de 2 Km2, posee entre tres mil quinientas y cuatro mil estructuras visibles y fue edificado en tierra virgen durante la primera mitad del siglo XV. Su plaza principal mide quinientos cincuenta metros por trescientos cincuenta metros, una enorme extensión con un imponente ushnu (pequeña estructura de piedra situada en medio de una plaza que servía de trono para el Inca durante ciertas ceremonias). De la plaza salen calles siendo la mas importante la ruta troncal que unía el Cusco con Quito y el camino dividía en dos mitades la ciudad en Hanan -arriba- y Hurin -abajo. Otras dos calles subdividían el conjunto en cuatro sectores o barrios y se relacionaban con el típico fraccionamiento del espacio, indispensable para el sistema organizativo inca. Una característica de los centros administrativos es el elevado número de depósitos para la conservación de abastecimiento no necesariamente originario de la zona, sino más bien traído de lugares a veces muy distantes. Numerosos documentos de archivos procedentes de la costa central indican que los productos eran transportados ya sea al Cusco o a Huánuco Pampa. En este último centro existían más de dos mil depósitos.

Otros centros

La mayoría de los centros administrativos se situaban a los largos de la vía principal de la sierra que unía el Cusco con Quito. En el sur, los constructores incas optaron por aprovechar de edificios existentes limitándose a remodelarlos. Lugares como el santuario del Sol en la isla del lago Titicaca y el de la Luna en la isla de Coata eran centros religiosos importantes y servían también de administrativos como el Recinto del Día en Pachacamac. Por la ruta del Chinchaysuyo, Vilcas Huaman -en la actual provincia de Cangallo, Ayacucho- fue un centro importante. En el Ecuador, Tumibamba fue, en sus inicios, solo uno de aquellos centros. Sin embargo, adquirió importancia durante el gobierno de Huayna Capac quien por haber nacido en alli, lo transformo en ciudad y la embelleció. Destacaba el templo de Mullu Cancha cuyas paredes fueron revestidas con rojas concha de Spondylus de alto valor religioso. En la costa central, el Santuario de Pachacamac fue otro centro administrativo y más al sur, Tambo Colorado; en Humay, Pisco fue edificado con el mismo fin, pero desgraciadamente no ha sido investigado a fondo por los arqueólogos como se merece por su estado de conservación.


 

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En El Virreinato

La administración central del virreinato radicaba en España, constaba de dos organismos: la Casa de Contratación de Sevilla y el Consejo de Indias, que tenía funciones similares a los consejos territoriales de la monarquía.

Desde los primeros descubrimientos geográficos la corona española fue consciente de la necesidad de crear un organismo que velara por sus nuevos territorios. Tras casi 20 años de exploraciones en el continente americano el reino de España creó el Real y Supremo Consejo de Indias. Si bien empezó sus funciones en 1524, desde un inicio actuó como intermediario entre el rey y las indias y, durante el siglo XVIII, como organismo asesor para las secretarías de gobierno. De este organismo emanaron las leyes y el corpus legislativo base para la administración del virreinato, tanto en México como en Perú. El Consejo de Indias tuvo un campo de acción amplísimo. Fue el encargado de proponer los posibles candidatos a virreyes para las Indias y Filipinas, así como también de los oidores, corregidores y gobernadores de las ciudades americanas. De igual manera, en el ámbito judicial, fue la máxima instancia para las apelaciones de los casos impartidos por las audiencias.

En el Virreinato del Perú se dio una administración territorial de este país por parte de la corona española, entre los siglos XVI y XIX. En sus inicios, comprendía gran parte de América del Sur, incluso abarcaba áreas que actualmente son parte de Ecuador, Bolivia, Colombia y parte de Chile y Argentina.

El Virreinato del Perú fue una autoridad regional para la administración de América de la corona española creada por Carlos I de España por real cédula firmada en Barcelona el 20 de noviembre de 1542.

El virreinato vivió cuarenta años de caos administrativo, fruto del choque de intereses entre los distintos conquistadores, y el desigual reparto de la tierra. A mediados del siglo XVI, Francisco de Toledo, virrey del Perú, logra encauzar la situación y establecer un marco administrativo estable, que se prolongaría durante todo el período colonial. Esta normalización de la situación, fue gracias a la voluntad de Toledo, de llevar a cabo un proceso organizador, reflejado en medidas tales como el censo tributario, censo de pobladores nativos y la realización de un registro de los recursos naturales y humanos del Perú. Estas medidas permitieron la implantación de los sistemas de trabajo (mita, repartimiento) y a la larga, hicieron de este virreinato el más rico e influyente.

No fue tarea fácil administrar un territorio tan vasto. El gobierno de Lima tuvo una carga fuerte, pues era responsable por cada una de las audiencias establecidas en América del Sur: Panamá, Nueva Granada, Quito, Lima, Charcas, Santiago y Buenos Aires. Estas audiencias fueron la base para establecer una serie de redes administrativas que funcionaron de manera eficiente tras las reformas implantadas por Lope García de Castro y Francisco de Toledo durante la década de 1570.

En el campo administrativo, el virreinato está constituido por dos audiencias, las de Lima y Cusco, que fueron sustituidas por intendencias tras las Reformas Borbónicas en el siglo XVIII. Al igual que en el resto de virreinatos, existían también organismos tales como los corregimientos, encargados de la administración de zonas habitadas por nativos, cabildos, que cumplían diversas funciones administrativas similares a las que actualmente realiza la municipalidad o ayuntamiento, y diversas autoridades indígenas que se encargaban de mediar entre éstos y los españoles.

De estos cambios resultó el cambio irreversible en los patrones andinos. El Tahuantinsuyo desapareció y dio paso al nuevo virreinato peruano, que siendo casi un calco de su par en España resultó convertirse en un reino de vital importancia para los intereses castellanos.

Dentro de los dominios desplegados en el vasto ámbito del continente americano, el Perú, durante el periodo de la dominación española se hallaba inscrito como un territorio orgánicamente constituido que, si bien jurídicamente había sido incorporado al reino de Castilla, de hecho se articulaba dentro de la estructura de la monarquía universal hispánica a través de la dependencia personal del rey.

La administración en el Virreinato se organizaba de esta forma: el mas alto cargo era el del Virrey que era la representación personal del soberano y su nombramiento lo hacia el mismo monarca puesto que estaba constituido como su mandatario en la sede de la delegación, era la instancia suprema dentro se su ámbito jurisdiccional y ejercían poderes de vigilancia, control y aún de intervención que solo utilizaban en circunstancias graves o anormales. En el Perú este también era presidente de la Real Audiencia de Lima lo cual representaba al monarca en la justicia. Luego seguía a la Audiencia que era un organismo de justicia, existieron dos audiencias en el Perú: la audiencia de Lima y la audiencia del Cuzco 1787. La audiencia estaba conformada por un presidente, un numero variable de oidores y funcionarios subalternos. Los integrantes de la Audiencia también cumplían la función de informar al virrey sobre los últimos litigios y resoluciones. La instancia inferios a la Audiencia fueron los Corregidores este cargo estaba dirigido a buscar el bienestar de españoles e indios, pero en el último caso estas fueron las que pusieron mas carga sobre los indígenas en vez de velar por sus derechos. Los Cabildos o su equivalente actual a las municipalidades, que constituía la base jurídica de la ciudad pues la representaba y abogaba por los intereses locales aun frente a la autoridad real. Los Curacas se instituyeron con la finalidad de respetar alguna de las instituciones andinas servían de enlace entre el corregidor y el pueblo.

El virreinato del Perú regía, desde Lima, todas las demás posesiones españolas en Suramérica. En el siglo XVIII se crearán dos nuevos virreinatos segregados del peruano: el de Nueva Granada, establecido en 1717 y definitivamente en 1739, con capital en Santa Fe de Bogotá y jurisdicción sobre los territorios que hoy forman Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador, y el del Río de la Plata, creado en 1776 con sede en Buenos Aires, que comprendía los actuales Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay y la provincia Cuyo (Chile). Sin embargo, en muchos casos la jurisdicción virreinal era más teórica que real, y algunas circunscripciones gozaron de gran autonomía.

Como representantes directos del rey en Indias, los virreyes ocupaban siempre la presidencia de las distintas burocracias en sus territorios: gobernadores, capitanes generales, jueces supremos honorarios. Gozaron de gran prestigio e influencia, y se rodearon de cortes con todo el boato y ceremonial al uso, con un palacio y guardia militar. Casi todos fueron peninsulares y miembros de la nobleza castellana, aunque en el siglo XVIII abundarán los militares y hasta eclesiásticos (que normalmente ocupaban el cargo de forma interina, pero a veces también en propiedad). Al principio se les nombró por tiempo indefinido pero una vez consolidado el sistema se limitó su período de gobierno a seis años, que podía ser prorrogado.

La siguiente circunscripción desde el punto de vista administrativo fue la gobernación, equivalente a una provincia. Normalmente subordinadas al virrey, algunas gobernaciones fueron autónomas en la práctica por tener contacto directo con España más fácilmente que con la capital virreinal (los especialistas del derecho indiano proponen denominarlas como provincias mayores o presidencias-gobernaciones, siendo el resto provincias menores). En total hubo hasta 34 gobernaciones, que fueron surgiendo a medida que avanzaba la conquista, convirtiéndose los conquistadores en los primeros gobernadores (al principio con título de adelantados, de reminiscencias medievales). Sus funciones eran administrativas, judiciales y militares. Las gobernaciones más importantes fueron consideradas capitanías generales, con poderes militares autónomos; fue el caso de Santo Domingo, Guatemala, Panamá, Chile, y Venezuela, así como Santa Fe de Bogotá y Buenos Aires antes de erigirse en sedes virreinales.

Los corregimientos, que en Nueva España también se llamaban alcaldías mayores, fueron divisiones administrativas menores, muy similares en función y características a las gobernaciones pero en distritos más pequeños, que muchas veces se reducían a una ciudad y su hinterland. Las zonas rurales con población indígena eran gobernadas por los corregidores de indios, que a las atribuciones políticas y judiciales sumaban las fiscales, al controlar la recaudación de tributos indígenas.

Los corregidores solían presidir los cabildos o ayuntamientos, que fueron la organización política de las ciudades y, como tales, constituyeron la unidad administrativa inferior o básica de todo el sistema, dada la importancia de las ciudades como lugar de residencia de la población blanca. Al igual que en España, los cabildos indianos estaban integrados por dos alcaldes ordinarios (que eran jueces de primera instancia y presidían el cabildo en ausencia del corregidor) y varios regidores (generalmente seis, pero en las ciudades importantes podían ser más), así como cierto número de otros funcionarios como alguacil mayor y alcalde de hermandad (jefes de policía urbana y rural, respectivamente), escribano (secretario), alférez real, etc.

Teóricamente los cargos eran electos y anuales, debiendo efectuarse el 1 de enero de cada año, pero muy pronto tanto las elecciones como los propios cargos fueron monopolizados por las oligarquías locales, proceso que se afianzó por la venta de oficios generalizada desde fines del siglo XVI. Los cabildos indianos fueron corporaciones cerradas, representativas sólo de los intereses de la elite.

La estructura de gobierno se entrelazaba con la de justicia, en aplicación del principio vigente en la España de la época de que gobernar es imponer la justicia, de ahí que todos los funcionarios mencionados (virreyes, gobernadores, corregidores, alcaldes) tuvieran atribuciones judiciales. Del mismo modo las audiencias, a las que específicamente correspondía la administración de justicia al más alto nivel, en calidad de tribunales de apelación en sus distritos, tuvieron también funciones gubernativas, ya sea de asesoramiento o de gobierno, faceta que constituye su principal diferencia con respecto a las metropolitanas. En ocasiones la Corona encomendaba específicamente el gobierno a las Audiencias (por ejemplo, la de Santo Domingo en 1524, la de Mexico en 1528), que además solían asumir esa función en casos de vacante, mientras llegaba el nuevo virrey o gobernador.

Existieron tres tipos de audiencias que diferían entre sí en importancia: virreinales (presididas por un virrey), pretoriales (cuyo presidente era un gobernador y capitán general, y gozaban de amplia autonomía) y subordinadas (cuyo presidente era un letrado, y dependían administrativamente del virrey). En total llegaron a crearse 13 audiencias en la América española (más una en Filipinas), cuyos límites jurisdiccionales marcaron en buena medida los de los diferentes países tras la independencia. Según su clase, fueron éstas:

–        Audiencias virreinales: México, 1527; Lima, 1543; Santa Fe, 1739; Buenos Aires, 1776.

–        Audiencias pretoriales: Santo Domingo, 1511; Panamá, 1538, suprimida; restablecida en 1564; Guatemala, 1543; Santa Fe de Bogotá, 1548 (pasa a virreinal en 1776).

–        Audiencias subordinadas: Guadalajara, 1548; La Plata de los Charcas, 1559; Quito, 1563; Caracas, 1786; Cuzco, 1787.

Organizadas como cuerpos colegiados, se componían de presidente, oidores (juristas profesionales, cuyo número varió entre 4 y 8), fiscal, alcaldes del crimen (para la justicia penal). En total, unos cien cargos en el conjunto de las audiencias americanas. Dado que no existía un límite fijado para su permanencia en el cargo y que en general todos ellos solían permanecer durante más tiempo que los virreyes, los miembros de las audiencias representaron la continuidad administrativa y judicial; así como la más genuina elite burocrática indiana.

En cuanto a la administración fiscal, se organizó con una burocracia específica, que fue además la primera en aparecer en las Indias, pues en cada expedición descubridora y conquistadora participaba algún representante de la Corona (oficiales de entrada) para proteger sus intereses y, en especial, vigilar la correcta asignación del quinto real. Después, en cada capital de virreinato y de provincia se establecieron sendas oficinas de Hacienda, denominadas Cajas Reales, con tres funcionarios principales (contador, tesorero y factor) conocidos con el nombre genérico de oficiales reales.

Por último, la burocracia militar fue muy reducida, al margen de los títulos y atribuciones militares unidos a los cargos de gobierno, que además con frecuencia eran ocupados por militares profesionales, sobre todo en las zonas estratégicas (por ejemplo, la gobernación de Cuba). Pero hasta finales del siglo XVIII las únicas tropas regulares existentes en las Indias eran las guardias de los virreyes y las guarniciones de soldados establecidas en puertos y lugares estratégicos para defender las fortificaciones construidas en ellos, especialmente en el Caribe (La Habana, Santiago de Cuba, San Juan de Puerto Rico, Cartagena de Indias y otros sitios). Además existieron los llamados presidios, puestos militares con pequeños destacamentos que protegían las zonas de frontera de posibles ataques de indios no sometidos: en Chile, frente a los araucanos, en el Río de la Plata frente a los indios de la Pampa, y en el norte de Nueva España frente a los «indios bravos» (apaches, comanches y otros pueblos). En estas regiones la defensa se completaba con tropas organizadas y dirigidas por los hacendados locales.

La organización administrativa se completaba con un sistema de control de los funcionarios a través de los juicios de residencia y las visitas. Al término de su mandato todos los funcionarios eran sometidos a juicio, en el que cualquier persona tenía derecho a declarar, verificándose luego las acusaciones. Aunque el sistema generó sus propias corrupciones (mediante acuerdos entre el residenciador y el residenciado), en no pocas ocasiones supuso severos castigos para funcionarios venales. En cuanto a la visita, era un procedimiento extraordinario consistente en la inspección de un distrito, institución o autoridad, por parte de un enviado especial de la Corona. Motivada frecuentemente por alguna denuncia, el visitador suspendía temporalmente al funcionario, que según resultara la investigación podía ser repuesto en el cargo o destituido definitivamente y, en su caso, multado o castigado. Otras veces las visitas pretendían recoger información como paso previo a alguna medida proyectada.

En el Siglo XIX, a medida que diferentes territorios ubicados dentro del espacio del Virreinato del Perú, se fueron independizando del imperio español este virreinato entró en decadencia terminó desapareciendo al consolidarse la independencia de todos los países cuyos territorios conformaron este gran espacio originalmente centralizado política y administrativamente en la ciudad de Lima.

 


CONCLUSIONES

 

Teniendo en cuenta la información analizada en el presente trabajo podemos concluir lo siguiente:

En el Imperio Incaico:

–        Existió una administración perfectamente organizada.

–        Los incas habían desarrollado un sistema político y administrativo no superado por ningún otro pueblo nativo de América.

–        Que para mejor administración del territorio el Imperio Incaico se dividió en cuatro suyos (Antisuyo, Collasuyo, Contisuyo y Chinchaisuyo).

–        Se destacan el funcionamiento de dos principios básicos: la reciprocidad y la redistribución.

–        Existieron los Centros Administrativos que representaban sedes del Inca.

 

En el Virreinato:

–        La administración central del virreinato radicaba en España.

–        Se creó el Real y Supremo Consejo de Indias el cual fue el nexo entre España y sus colonias, y que además estableció las leyes y el corpus legislativo que fue la base para la administración del virreinato.

–        El Virreinato del Perú fue creado básicamente para la administración del territorio colonizado por España.

–        Al principio y durante cuarenta años hubo caos administrativo, que fue normalizado por Francisco Toledo (virrey del Perú) quien estableció un marco administrativo estable.

–        El tipo de administración del virreinato fue muy parecido al actual ya que lo que antiguamente fueron los cabildos, su equivalente actual son las municipalidades.


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